El falso “evangelio” de la prosperidad

Dios les bendiga hermanos en Cristo, y amigos en general, aquí les dejo este pequeño estudio, principalmente a los que aman al falso “evangelio” de la prosperidad.

Pastor Uriel Campos
Pastor Uriel Campos

“Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.” Mateo 6:24.

 

¿Cómo encontramos el equilibrio correcto de una vida libre de afán? ¿Cuánto debo ahorrar para el futuro? ¿Cuánto tiempo debo dedicar a mi trabajo? ¿Cuándo debo ampliar mi negocio y cuánto debo ampliarlo? Si parece que Dios está bendiciendo mi negocio con buenos ingresos, ¿cuánta libertad tengo para disfrutar de más comodidades? Las preguntas siguen. Las podemos contestar con sabiduría solamente si aplicamos los principios de la Palabra de Dios. Aunque quizá no todos contestarían de la misma manera, es importante buscar las respuestas a la luz de la Biblia.

 

Note los principios del versículo anterior: “Ninguno puede servir a dos señores…” y “…no podéis servir a Dios y a las riquezas”. Este versículo no da lugar para una entrega a medias. Somos, o siervos de Dios, o siervos de las riquezas.

 

¿A cuál sirves tú, a Dios o a las riquezas?

 

Es muy evidente cuando una persona sirve a las riquezas. Si Dios no forma parte de su vida, él se preocupa por su propia gloria y usa su dinero para ganar el favor del hombre. El amor al dinero en el hombre adinerado se manifiesta en el estilo de casa que construye, en el vehículo que tiene, y en la manera en que da para obras caritativas. Pero para el que tiene pocos recursos, este anhelo por las riquezas se nota de otras maneras. Se nota en las deudas que incurre para tener con qué impresionar a otros, o en la despreocupación de pagar sus cuentas morosas, o en su desprecio por el consejo de otros. Para el hombre de la clase media muchas veces su amor al dinero se nota en las largas horas que dedica a su trabajo para adquirir el dinero. También se nota en la manera en que descuida a su familia, la iglesia, y el bienestar espiritual de su propia alma.

 

En cambio, la persona que honra a Dios y lo sirve en todo, nos da un cuadro bello del verdadero contentamiento. Adinerados, o pobres, o de la clase media, encontraremos el verdadero contentamiento en una vida sencilla. Los negocios grandes así no serán una tentación para nosotros. Conforme Dios nos va bendiciendo, buscaremos oportunidades de dedicar más tiempo a la obra de la iglesia. Con tales valores no descuidaremos las necesidades espirituales de nuestra familia y de nuestro próximo por causa de nuestro trabajo y el dinero.

 

¿Luchas tú con el materialismo?

 

La respuesta se da claramente en las Escrituras. La tendencia humana es inclinarnos hacia el materialismo. Si no somos lo suficiente espirituales para luchar eficazmente contra ese mal, tendremos que enfrentarnos con las consecuencias.

 

Muchos cristianos también son buenos trabajadores. Esto es bueno si usan moderación, pero tiene también su extremo negativo. Al darse cuenta de que el arduo trabajo resulta en mejores ingresos y el acceso a un nivel de vida más alto, la tendencia es llegar a ser adicto al trabajo. Luego al ver que el trabajo duro da buenos resultados, se aplica aún más al trabajo para realizar todavía mejores resultados. Esto llega a ser como un círculo sin fin.

 

Aunque en todo trabajo hay peligros con el materialismo, un campo de mucha tentación es en el comercio y negocios en que se tiene que relacionar mucho con el público. El éxito material depende en gran parte de la manera en que se conforma a las peticiones del público y las exigencias de la competencia. En gran parte, tales negocios depende del público y por eso la tendencia es olvidarse de nuestra necesidad de Dios. Así el materialismo fácilmente se apodera de nuestra vida. Es posible llegar a creer en que Dios está bendiciendo nuestro negocio, cuando en realidad es la prosperidad de nuestro materialismo. Cuando llegamos a tal punto, fácilmente somos engañados en pensar que merecemos disfrutar de lujos y comodidades que tal vida ofrece. Con tal mentalidad nuestro nivel de vida sabe hasta llegar a ser uno de prestigio.

 

Una sencilla prueba nos puede ayudar a determinar si hemos sido engañados por el materialismo: “Si lo único que me distingue del mundo es mi apariencia personal y la iglesia donde soy miembro, pero mi nivel y estilo de vida indican extravagancia, estoy engañando”.

 

Oh, hermano, tu mayor esfuerzo debe ser en el trabajo espiritual y no en el campo material. Debemos preparar a nuestros hijos para una vida de servicio y no entrenarlos para el mundo de negocios. Enseñemos a nuestros hijos los principios bíblicos, para que ellos aprendan a vivir, y no solo a ganar la vida.

 

Seamos un ejemplo de  lo que es depender de Dios para todo nuestro sustento, cualquiera que fuera nuestro negocio. ¡No podemos servir a Dios y a las riquezas!

 

Gracia y paz de Cristo.

 

Pastor Uriel Campos.

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